Mis interferencias, leídas como trastornos, consistieron en hacer proselitismo, en abrir los apetitos: llené champús para hombres con leche entera, remplacé portadas de cuadernos escolares de súper modelos con imágenes homoeróticas, promocioné el cruising en los baños públicos de hombres, diseñé mi versión GAY del buzo GAP y voy al gimnasio a flexionar mis muñecas.